A lo largo de toda su historia, los Pistons se ganaron la fama de ser los bad boys de la liga por el equipo que durante fines de los ’80 y principios de los ’90 reinó en el Este, pero también ese mote les quedó impregnado al haber sido partícipes de la pelea más infame y olvidable de la NBA, cuando el 19 de noviembre recibieron a los Pacers, que tampoco tenían al equipo con mejor comportamiento del torneo.

En esa época y antes también, los años dorados como le suelen decir, la liga norteamericana estaba plagada de jugadores rudos que imponían con su físico lo que no podían con su habilidad. Esto generaba que las riñas fueran moneda corriente en los pabellones y eventualmente algún basquetbolista era suspendido de manera temporal. Sin embargo, con las modificaciones en las reglas se fueron controlando ese tipo de situaciones, aunque no lograron erradicarlas por completo.

El juego entre Detroit e Indiana a principios de la temporada 2004/05 suponía un duelo entre dos potenciales contendientes al título por la calidad de jugadores que tenían entre sus filas. El encuentro se desarrolló dentro de los parámetros normales, pero a falta de menos de un minuto para el final, con los Pacers ganando por 97 a 82, se desató el infierno.

Ben Wallace, uno de los internos de los Pistons, se dispuso a anotar cerca del aro, pero apenas giró hacia su izquierda para lanzar recibió un empujón desde atrás por parte de Ron Artest. El pívot no tardó un segundo en darse vuelta y darle un fuerte empujón a su agresor, no iba a aceptar semejante ataque de cobardía incluso cuando los que iban abajo en el marcador eran los suyos.

Viendo esto, el resto de los jugadores de inmediato se dispusieron a separarlos, sabiendo que se trataba de dos de los jugadores más propicios a seguir una pelea. Tras varios forcejeos lograron su cometido y el alero se fue a recostar sobre la mesa de los oficiales, algo que no fue bien recibido por los fanáticos de Detroit.

Cuando parecía que Artest se había calmado, recibió el impacto de una bebida que provenía desde las tribunas. Gravísimo error. Otra vez se desató la furia y salió eyectado hacia las gradas para agredir a un espectador, que ni siquiera había sido quien había lanzado el vaso, pero estuvo en el lugar y momento equivocados.

A partir de ahí, la pelea fue entre jugadores de Indiana e hinchas de Detroit. A Artest se le sumaron Stephen Jackson y Jermaine O’Neal, que fueron directo a enfrentar a David Wallace (hermano de Ben) que intentaba separar. Posteriormente fueron llegando más jugadores, algunos con intenciones pacíficas y otros no tanto. Se originó una montaña de gente al borde del campo de juego de la que, por ejemplo, una persona de la transmisión se retiró con cinco vértebras rotas y un fuerte golpe en su cabeza.

Tras unos minutos de tensión y locura en el Palace of Auburn Hills, finalmente los agentes de seguridad y miembros de los equipos que solo querían detener eso lograron su cometido y frenaron la pelea. Como no podía ser de otra manera, los jugadores de Indiana tuvieron que retirarse escoltados de la cancha pero no sin antes recibir más ataques con bebidas y comida, aun cuando restaban 45 segundos para el final del encuentro, los cuales por razones obvias no se jugaron.

La NBA no iba a dejar pasar este episodio como uno más y de hecho tomó las medidas más drásticas jamás vistas en la historia del deporte norteamericano. Ron Artest fue quien más sanciones se llevó: suspendido por el resto de la temporada sin paga (73 de temporada regular más 13 de playoffs y la imposibilidad de cobrar de su contrato la suma de 4,995 millones de dólares). Detrás de él llegaron los 30 partidos a Stephen Jackson (y 1,7 millones) y los 15 a Jermaine O’Neal (y 4,11 millones).

De los Pistons, quien se llevó la peor parte fue Ben Wallace, ya que fue suspendido por seis juegos y 400 mil dólares de multa. Además, Chauncey Billups, Derrick Coleman, Elden Campbell y David Harrison también tuvieron que cumplir con un juego de sanción. En los Pacers, los que completaron la lista de suspensiones fueron Anthony Johnson, con cinco juegos, y Reggie Miller, con uno. En total fueron 146 partidos y 11,548 millones de dólares entre todos los involucrados. Y para completar la noche, la justicia norteamericana los obligó a cumplir con servicio comunitario por entre 6 meses y un año dependiendo cada caso.

Tras ese lamentable suceso, finalmente conocido como Malice at the Palace, la NBA decidió que era hora de aumentar la cantidad de oficiales de seguridad en los estadios para evitar que este tipo de situaciones volvieran a ocurrir. A su vez, desde ese entonces las franquicias trabajan fuertemente tomando medidas ejemplares cuando algún fanático agrede física o verbalmente a un jugador, llegando al punto de prohibirles la entrada de por vida a los pabellones.

Si bien es algo que no se puede erradicar por completo y siempre habrá algún hincha creyendo que por pagar una entrada tiene el derecho a comportarse sin respetar a los que lo rodean, la liga norteamericana va por el buen camino en su intención de reprobar y desalentar estas reacciones. Aún hay mucho camino por andar y se da algún episodio aislado entre jugadores y/o hinchas, pero son cada vez menos y no terminan pasando a mayores, como sí sucedió un día como hoy pero hace 16 años.

Nota: Emiliano Iriondo | Twitter: @emi_iriondo