Es habitual escuchar en determinados momentos de la temporada “estamos en una etapa de definiciones, en los próximos partidos definimos nuestro futuro, cada partido es una final”, y así varias más o frases similares. Lo que tienen en común es que ponen en contexto que es un momento de la temporada donde el cierra cierre de las fases regulares genera un estado de tensión mayor al habitual, tensión emocional que suele influir positiva o negativamente en el rendimiento, tanto de los jugadores individualmente como de los equipos.
Podemos identificar y clasificar algunos de los factores que influyen, a fin de trabajarlos desde la psicología deportiva.


Factores contextuales


Momento del equipo, fenómeno de rachas: en la temporada regular, los equipos experimentan rachas negativas y positivas, tanto en orden a los resultados como al rendimiento. Este fenómeno es esencial para comprender si existen factores de presión por estar en una racha negativa o si el equipo experimenta una curva ascendente en el rendimiento por acumulación de victorias consecutivas.
Distancia a los objetivos iniciales: al inicio de temporada, equipos, dirigentes y jugadores se plantean objetivos. A medida que se entra en la etapa de definición, si se concretaron o se ven cercanos las presiones desaparecen, pero si los objetivos quedan lejos y el margen se reduce, la presión individual y colectiva crece cada juego.
Ubicación en la clasificación: Estar en determinadas zonas de la tabla de posiciones también es un factor externo, que puede presionar o motivar al equipo. Si se pelea el descenso o la entrada a playoffs (objetivo inicial) se encuentra lejana, la presión externa aumentará sobre el equipo. Del mismo modo que los niveles de motivación aumentan si el equipo se encuentra cercano al objetivo o los ha reformulado por haber superado las expectativas iniciales.


Factores internos


Individuales

Expectativas iniciales y realidad actual: cuando la cantidad de juegos por venir se reduce, la posibilidad de modificar el rumbo de la temporada se hace dificultoso. Esto eleva los niveles de ansiedad deportiva por cumplir las expectativas. La situación real se complejiza en una tríada de presión que incluye: expectativas, logros y tiempo.
Nivel de satisfacción o insatisfacción: individual y/o colectivamente los niveles de satisfacción son multicausales y subjetivos. Se trata de las sensaciones internas que los y las deportistas tienen en el momento de la temporada. Suele pasar si hay un alto nivel de satisfacción dentro del equipo, la motivación y el rendimiento se encuentre en una curva creciente. En cambio, si hay niveles de insatisfacción en el equipo o en varios de sus integrantes y queda menos de un tercio de la temporada, el grupo puede quebrarse o implosionar por el aumento de la presión interna. En el primer caso, el equipo rinde bien, el deportista se siente parte de ese rendimiento y los resultados son acordes al mismo, la satisfacción colectiva aumenta. En cambio, en el segundo caso, el buen rendimiento del equipo no aparece, las individualidades no desarrollan su potencial, se sienten inseguros y frustrados y el riesgo de la búsqueda de la salvación individual aparece,. Lo lo cual conspira con el rendimiento colectivo y aumenta la presión interna del equipo, ; todo se tensiona y deja de fluir con naturalidad.
Niveles de motivación: jugadores que tuvieron menos minutos o rendimiento del que esperaban, suelen perder la esperanza por lograrlo, lo que produce una lógica baja en la motivación,. la cual aparece en conductas de apatía, desgano o agresivas que complejizan aún más la situación. Todo lo contrario, y en positivo, ocurre con aquellos jugadores que se encuentran dentro de sus objetivos o han crecido por encima de ellos en momentos puntuales que conspiran contra el equipo.
Recorrido de carrera: el momento de la carrera de cada deportista es fundamental para ir observando la influencia de la presión competitiva. La experiencia suele dar un plus por el hecho de haber estado ahí antes y conocer lo que puede pasarle, como así también a veces la veteranía hace asumir responsabilidades que están por encima del rendimiento actual, lo que se transforma en una presión extra difícil de gestionar. De otro modo, estar en los primeros años de carrera, puede ser motivante y desafiante al punto de permitir mayor fluidez e inconsciencia;, o presentarle nuevas dificultades que mermen su rendimiento por el aumento de presión deportiva.


Colectivas o de equipo


Procesos de elaboración de las diversas crisis grupales: durante la temporada, los equipos pasan por diversas situaciones críticas (rachas de resultados, irregularidades, recambios, lesiones y demás). Las mismas marcan al grupo y repercuten en el equipo. Llegando al cierre de la fase regular es esencial identificar en el momento que se encuentra el equipo. Si ha ido elaborando, trabajando y asumiendo los avatares de la temporada o solo ha recorrido el año tapando crisis con resultados o con otras situaciones complejas más urgentes. Si un equipo ha sabido sufrir las crisis, será un equipo fortalecido y la etapa final lo encontrará con altos niveles de motivación y cohesión que le permitirán gestionar saludablemente la presión. En cambio, si el equipo ha negado las crisis o las ha tapado con “soluciones mágicas”, es probable que la presión se sienta en niveles muy altos y perjudique al equipo.
Nivel de Cohesión de equipo: los equipos tienen momentos de mayor o menor cohesión. Es común al inicio de temporada que los niveles sean altos y que en el transcurso del tiempo esto se modifique. En este devenir, las relaciones interpersonales se modifican, el plantel también puede variar, los roles reubicarse y la cohesión también. Por lo tanto, el nivel unión y compromiso que el equipo tenga al momento de la definición será clave para gestionar la presión de manera equilibrada y positiva.
Liderazgos: siguiendo el punto anterior, la distribución de los liderazgos, la presencia de los mismos de manera efectiva y comprometida en el equipo; es esencial para que lo emocional no perjudique al grupo en la etapa de definiciones. Cuando los liderazgos no son claros o carecen de compromiso o de asertividad comunicacional, el equipo parece estar a la deriva y se provoca una anarquía y la presión se torna difícil de gestionar;. Y el rendimiento queda a merced de momentos individuales lo que lleva a una pérdida de confianza. Sucediendo a la inversa, cuando los liderazgos son positivos, activos, comprometidos y ocupados en el crecimiento del equipo, la presión se absorbe y el deseo de competir resulta motivante.


¿Cómo gestionar la presión y crear motivación?


Desde la psicología deportiva se brindan herramientas para poder trabajar y reelaborar estos elementos de presión, buscando transformarlos en motivación y apuntando a una mejora de rendimiento individual y colectivo.


Focalizar en lo que depende de cada jugador o del equipo: Como vimos en párrafos anteriores, existen factores de presión externa y otros que son internos que perturban. La cuestión es poder focalizar en aquello que el equipo puede hacer ante la situación. Por ejemplo, si un rival directo está en una racha positiva, nuestro equipo deberá de focalizar en la mejora propia, ya que, aunque parezca una obviedad debe aclararse, nada puede hacerse para que pierda. Es más, llevarse en la mochila resultados ajenos es presión innecesaria. Lo que habrá que hacer ser focalizar la energía individual y colectiva en el proceso de mejora, permitiendo que el equipo obtenga un rendimiento cada vez mejor y que el resultado llegue como consecuencia. La pregunta sobre qué puedo hacer con lo que sucede y qué no depende de uno o del equipo es esencial para alivianar cargas.
Identificar y despejar variables del contexto que influyen negativamente: comentarios del entorno, resultados de los rivales en la clasificación, medios de comunicación o redes sociales, cuestiones logísticas o dirigenciales entre otras, tienen algo en común: están fuera de nuestro alcance. Es decir, no depende del deportista o del equipo lo que sucede con eso ni tampoco existe posibilidad alguna de hacer algo para modificarlo. Por lo tanto, su función es incomodar, desenfocar y presionar. Si se identifican y despejan enfocando la atención en lo que sí depende del equipo, progresivamente van perdiendo la capacidad de crear presión, pues poner la atención en las variables contextuales negativas hace que las mismas tengan cada vez más valor en los pensamientos y emociones, perjudicando el rendimiento. Y al sacar el foco de ellas, gran parte de la energía se libera para lo deportivo.
Afianzar, retomar, reestructurar rutinas pre y post juego que hayan sido exitosas: durante la carrera de un deportista o la temporada del equipo se suelen crear rutinas pre y post juego. Las mismas tienen como función el enfocar la energía en lo deportivo y activar ciertos aspectos emocionales y grupales al momento de competir. En las situaciones de presión, si el eje se pone en los factores de presión, van a aparecer conductas inhibitorias o inhibidas, agresivas o excesivamente controladas. En cambio, si se hace hincapié en las rutinas exitosas, de entrenamiento, de juego y de convivencia, no como cábala, sino como un hábito positivo, la presión se torna algo posible de gestionarse, pues el equipo sigue haciendo aquello que sabe hacer y el momento de la temporada no lo perturba. Por lo tanto, la energía disponible se emplea para aquello que ha de traer éxito. Se trata de hacer un proceso de autoconocimiento individual y colectivo a fin de saber dónde encontrar los resortes o pilares que han dado buenos resultados en la temporada.
Crear y/o recrear contextos positivos: en situaciones donde los factores de presión aumentan, la capacidad humana de sentir, pensar, simbolizar y buscar alternativas positivas. Por lo tanto, es en los momentos definitorios donde la capacidad de modificar el contexto o crear algo nuevo es de gran ayuda. Por ejemplo, el entrenador que en un partido definitorio da un mensaje muy breve o modifica algo a fin de distender el clima interno, y así miles de actitudes, acciones y tareas que pueden crearse o recrearse a fin de quitar presión deportiva y poner el eje en el proceso de jugar,. ya que un buen jugador o buen equipo rinde mejor en los momentos donde la conexión con el juego es plena.


En síntesis, para que la presión propia de momentos específicos de la competencia nos haga mejores y aumente el rendimiento del equipo, es decir sea motivante; es esencial focalizar en lo deportivo y en crear rutinas, hábitos y modos que contribuyan a ese fin.