Hagamos justicia de una buena vez; es mentira que el 2020 es uno de los peores años de nuestra historia reciente por la pandemia de Coronavirus, el confinamiento obligatorio y el parate de miles de actividades. Para los amantes del básquetbol lo es por la suspensión de una competencia histórica, que nos ofrece ese no sé qué tan atrayente que sólo aquellos torneos míticos poseen. ¿Juegos Olímpicos? ¿NBA? Nada de eso. Este 2020 nos ha dejado sin el Campeonato Europeo para pequeños países.

Algunos de ustedes creerán que es una parodia, pero por supuesto que no lo es. FIBA Europa organiza, desde hace ya 22 años, el Campeonato Europeo de los Pequeños Países, en inglés European Championship for Small Countries. La explicación contiene una lógica interesante en cuanto a competitividad; al haber tantos estados soberanos en Europa, sólo una porción minoritaria participa de la fase final del Eurobasket. Aún conformando un Europeo B, quedaban varios sin una actividad continental periódica; este peculiar torneo que mantiene en vilo a países chicos (y no tan chicos) además de a unos cuantos freaks del básquetbol oficia de cita obligada para naciones de una escasa densidad poblacional y tradición en el deporte, pero de amplio espíritu deportivo.

Llegar a ver un partido del Europeo de pequeños países forma parte de una actividad casi de culto. Nadie duda que el nivel es, por lejos, del más pobre que pueda verse del otro lado del océano, pero en definitiva no deja de ser básquetbol y, aunque parezca increíble, ha tenido algunos protagonistas sorpresivos. Por ende, no será un torneo con acceso a las grandes cadenas televisivas, pero la señal (habitualmente abierta por FIBA vía su canal de YouTube) suele tener televidentes de todas partes del planeta, incluso de Argentina, donde son, mejor dicho ‘somos’, varios.

La primera edición de este torneo casi para coleccionistas data de 1988; en Malta se disputó la en aquel momento llamada Copa Europea de Promoción y el triunfador fue Islandia, uno de los países que, tras un arranque modesto en esta competición, ha ido escalando posiciones en el mapa basquetbolístico del Viejo Continente. En esa primera edición, los islandeses pisaron fuerte ganando sin mayores complicaciones la final por 86-69 ante Irlanda. El torneo mutó a su denominación actual a partir de 2012; FIBA Europa eligió esa denominación en consonancia con lo que ocurre, por ejemplo, con los Juegos de los Pequeños Estados, una competencia similar a los Juegos Olímpicos pero reservada a naciones de al menos un millón de habitantes y asociadas al COI (Comité Olímpico Internacional). A diferencia de éstos, el Small Countries representa mucho más a aquellos países que se encuentran en vías de desarrollo basquetbolístico que a una cuestión de pura densidad poblacional; sin ir más lejos, en el torneo de hace dos años han sido partícipes Noruega (más de 5 millones de habitantes), Moldavia (3,5 millones) o Irlanda (4,9 millones).

Sin embargo, quien se ha erigido como dominador de la competencia es Andorra. El elenco del principado es el líder en el medallero de esta competencia con cinco preseas doradas, dos plateadas y una de bronce. Y tiene una presencia relativamente familiar para los seguidores del básquetbol español; su figura es Guillem Colom, escolta del Morabanc Andorra. Su hermano Quino, campeón del mundo con España, también es andorrano, y de no haber elegido a España como su selección a la hora de jugar a nivel selección, también podría haber competido en este petit torneo.

Justamente Andorra vio trunco un posible tricampeonato en 2016, cuando sucumbió en la final ante Armenia por 79-71. Nada sorpresivo a estos niveles, si no fuera porque para los armenios se alistó Bryant Dunston, hoy pieza clave en Anadolu Efes y que en aquel momento ya vestía la casaca de la casa turca. Dunston, como tantos otros, aprovechó los beneficios de los pasaportes express y, en contrapartida, optó por jugar para los armenios. Ya hablaremos en otro capítulo de este peculiar espacio de esos documentos conseguidos a velocidad supersónica.

Dunston (número 12) lideró al conjunto armenio hacia el título.

En su última edición, Malta se alzó con un título que venía buscando hace ya mucho tiempo. Tras un subcampeonato y dos terceros puestos, los malteses se hicieron con el escalón más alto del podio tras superar a Noruega por 75-59 en San Marino. Para ello, contaron con los servicios de uno de los jugadores más atrayentes del certamen: Samuel Deguara. El interno, de 2.26m y con pasado en Italia, España, Filipinas e incluso Chile (Puerto Montt, 2019), la rompió en la final: 24 puntos y 14 rebotes para no darle chance alguna a los nórdicos.

Gracias a su gran altura, Deguara puede colgarse del aro sin despegar los pies del suelo.

No hay forma que no nos vayamos a acordar, a futuro, de este nefasto año 2020. Por la pandemia, por muchas muertes asociadas al básquetbol y, también, por el año de la suspensión del Small Countries. Nosotros, esos bichos raros que miramos un poco de todo, esperaremos algunos años más por esos emocionantes choques entre Gibraltar y San Marino.

Nota: Javier Juarez | Twitter: @javierdm101