Todo entrenador prepara un plan de juego con algunas reglas o indicaciones específicas para poder lograr optimizar el rendimiento propio y minimizar el del rival. Desde lo mental, la comprensión, concentración y ejecución de las mismas resultan fundamentales para el desarrollo de una tarea que traiga la victoria buscada. Suele suceder que el plan se comprende y ejecuta con eficacia durante gran parte de la contienda. Por una diversidad de cuestiones en los cierres esto que mencionamos se diluye. Existen factores de todo tipo: tácticos, físicos, de rotación y hasta de azar, que no son objeto de la columna, pero también hay algunos que son del orden psicológico.

En un equipo donde se escucha «jugamos 38 minutos perfectos, pero nos faltó cerrarlo» o «en los últimos minutos nos secamos o nos olvidamos del plan de juego». Es notorio que «algo» les está pasando a la hora de terminar el partido ganándolo. Desde la Psicología Deportiva se pueden identificar algunas debilidades o falencias.

Confianza

La situación crítica de «cerrar el juego» y los ajustes pertinentes suelen debilitar la adhesión individual y colectiva del plan de juego. Se viene haciendo un gran partido, «casi perfecto». Hasta que un par de situaciones que no salen de acuerdo a lo esperado (ofensivas y/o defensivas) siembran dudas. ¿Alcanzará esto? ¿Y si ajustan? ¿Seguimos con esos pases y lanzamientos? ¿No vamos a ajustar acá? Estos pensamientos cuestionadores que no estaban hacen que el nivel de ejecución decaiga, y en consecuencia, se dude de varios aspectos del plan. La seguridad individual y colectiva se empieza a corroer, todo empieza a hacerse forzado, más lento y con la compañía de la duda. Y todo es percibido «cuesta arriba», aún cuando se esté ganando el juego. La sensación y el pensamiento dominante empieza a ser que de este modo no se va a poder ganar.

Pérdida de foco atencional

Las dudas que se mencionan en el párrafo anterior provocar una pérdida del foco atencional. Se deja de ejecutar el plan «jugada a jugada» o «momento a momento». De esta forma, se empieza a analizar mientras se juega, análisis éste que provoca que disminución en el foco atencional. Aparecen reproches, comunicaciones distorsionadas y distracciones que dificultan endogámicamente la ejecución del plan. Además pueden aparecer pensamientos estresantes, que pueden aludir a las ventajas que se tenían y se perdieron, a las dificultades que aparecieron, al escaso tiempo que resta o a la importancia del resultado cuando el juego no terminó. Es la pérdida de foco lo que hace que las ejecuciones pierdan eficacia, no el plan en sí mismo ya que, mientras se realizaba correctamente, los resultados eran buenos.

Crisis de liderazgos

Suele pasar que ante el apremio del resultado y del tiempo, el liderazgo del entrenador y de los líderes del equipo se ponga en jaque. La comunicación eficaz y positiva entre el entrenador, los jugadores líderes (deportivos, tácticos y anímicos) y de éstos con los demás integrantes del equipo puede dificultarse. Mientras no hay amenazas cercanas y se ejecuta el plan de buena forma, todo fluye de acuerdo a lo esperado. Pero cuando algo ocurre y se modifica la situación, puede suceder que se pierda eficacia comunicacional, claridad y se desdibujen el cumplimiento de los roles.

Es común observar gestos grandilocuentes, gritos, confusiones, malas rotaciones o decisiones apresuradas que producen o son producidas por olvidos, errores y desconcentraciones que se pagan con puntos en contra. Se suele entrar en un espiral negativo que requiere liderazgos claros que indiquen el camino para salir. Pero si estos están tomados por las dudas, el plan queda en un cajón y se recurre «a que nos salve el que pueda», lo que suele concluir en un resultado negativo.

Desconocimiento de la situación/cierre

Cualquier situación desconocida genera un plus de ansiedad y estrés que es importante gestionar. El no haber estado ahí como equipo despierta incertidumbre. Y si el resultado viene cerrado más aún, lo cual pueden generar emociones desconocidas o no habituales que no han sido previamente gestionadas, y se improvisa. Esta improvisación o falta de gestión emocional genera desbordes y aparecen conductas tales como faltas innecesarias, cobro de técnicas, pérdidas infantiles y decisiones apresuradas. Todos comportamientos que seguramente no estaban en el plan de uego y que conducen a perder el mismo.

¿Qué hacer para no dejar el Plan en el cierre del partido?

Afianzar la confianza en el Plan mediante refuerzos positivos durante el juego y en los entrenamientos.

La base de la confianza deportiva viene del conocimiento de las propias capacidades, las buenas ejecuciones y del mejoramiento progresivo ante mayores dificultades a través del entrenamiento. La confianza en el plan de juego se entrena. Se pueden visualizar vías de solución ante ajustes y se pueden crear anclajes o refuerzos para darle continuidad a la confianza lograda.

Mantener el foco en el juego.

Ir jugada a jugada, segundo a segundo y ejecución tras ejecución es lo que otorga una plenitud atencional en el momento de ejecutar. Si la mente esta ciento por ciento puesta en solamente realizar la mejor acción posible, el seguimiento, el desarrollo y la ejecución del plan de juego resulta óptima.

Generar una buena comunicación en orden a los liderazgos.

Una comunicación clara, eficaz y orientada a la acción requerida entre el entrenador, los jugadores líderes y el resto del equipo es clave para los momentos de cierre. Crear un lenguaje verbal y no verbal que genera sensación de seguridad en la ejecución del plan es esencial para que los liderazgos no se desdibujen en situaciones críticas. Si los líderes (entrenadores/jugadores) están convencidos de lo que conviene hacer para ganar y lo transmiten con claridad y seguridad, el resto del equipo entra en una atmósfera de tranquilidad que permite que el equipo siga haciendo lo que es mejor hacer para el equipo. Las buenas acciones de juego se alientan, se refuerzan y se indica con claridad lo mejor para hacer en la próxima acción.

Acostumbrarse a competir y ganar como equipo:

Un equipo ganador se construye con el tiempo y con el reconocimiento de las pequeñas victorias cotidianas. Por ejemplo, un torneo menor bien jugado y ganado, aunque no represente el logro del objetivo máximo, da herramientas para que el equipo sepa resolver con resultados positivos situaciones de tensión. Acostumbrarse a ganar, dar cuenta del camino que conduce al equipo a obtener mejores rendimientos y estar habituados a caminar por esas dificultades saliendo victoriosos crea sensaciones y pensamientos que refuerzan las buenas ejecuciones y la continuidad en acciones del plan de juego que nos permite jugar de acuerdo a nuestras máximas capacidades.

Se trata entonces de crear dentro de los equipos anclajes y recursos específicos que, en situaciones de cierre, la presión, el estrés y el contexto no impidan la ejecución de un buen plan de juego. Sino que el trabajo mental sea el que sostenga y perfeccione las buenas ejecuciones del mismo.

Por Gustavo Mena – Lic. en Psicología

Reviví la charla completa en Extrapase: