Su papá jugó profesionalmente en el extranjero. 

Su padrino fue un pick de lotería en el Draft de la NBA

Su primo mayor ganó un título de la NBA como jugador de los Lakers y otro más tarde como entrenador en jefe de los Cavaliers

Justin Tatum, Larry Hughes y Tyronn Lue, en ese orden. 

Rodeado de la élite del básquet norteamericano, el hecho de que Jayson Tatum se convirtiera eventualmente en una superestrella de la NBA no debería sorprender a nadie.

Pero una mirada más profunda es necesaria, una que muestra a un joven que constantemente se encontró con desafíos dentro y fuera de la cancha hasta el punto de querer dejar de jugar para siempre en múltiples ocasiones sólo para luego darse cuenta de que nació para esto.

La historia comienza hace 23 años, con Brandy Cole. Presidenta de la clase, jugadora de vóley en la University City High de St. Louis y portadora de un objetivo primordial: convertirse en ingeniera biomédica. Pero una relación disipó su deseo: la unión con Justin Tatum la llevó a un embarazo inesperado y todo cambió por un tiempo.

Sin embargo, pronto la realidad se impondría. Y también la concentración de Brandy. No pondría su vida en pausa. Mientras criaba sola a Jayson, nacido un 3 de abril de 1998, ya que se separó de su papá, Justin, obtuvo una licenciatura en derecho en Missouri-St. Louis y luego un máster, pero su hijo sería lo primero. 

Jayson iría a escuelas privadas, aunque eso significara visitas frecuentes a prestamistas depredadores para llegar a fin de mes. Aunque haya que vivir experiencias humillantes. Cuando la comida escaseaba, Cole enviaba a su hijo a la casa de un vecino para buscar las sobras. Vivían en St. Louis, Missouri, una de las tres ciudades más peligrosas de Estados Unidos.

La tarta de pollo, según recordó el número cero, en Sports Illustrated, era lo más habitual. Él se comía el relleno, su mamá se conformaba con los bordes. 

Apoyar el sueño de su hijo. Simple. Brandy vendía teléfonos móviles, trabajaba en una oficina de UPS, suscribía pólizas de compensación laboral, escribía subvenciones para organizaciones sin ánimo de lucro, cualquier cosa para llegar a fin de mes. 

Entre tanto, mantenía un horario de clases completo. A menudo, Jayson la acompañaba mientras se distraía con una Game Boy o durmiendo junto a ella en una sala de conferencias. 

¿Cuál era el sueño de Jayson? El baloncesto. En segundo grado, su profesora preguntó a los alumnos de la clase qué querían ser de grandes. Había médicos, abogados, veterinarios. Tatum dijo que deseaba jugar en la NBA. La maestra le dijo que eligiera algo más realista… 

Su madre no. Ella siempre creyó que sí lo lograría y cuando Jayson tenía 13 años, llamó a Drew Hanlen, un entrenador de habilidades que trabajaba con destacados jugadores de la NBA y en ese momento no era tan conocido como ahora. 

“Quiero que entrenes a Jayson. Pediré un préstamo para pagarte si es necesario”

Mientras tanto, su padre también jugaba un papel en su vida y continuaba entrenándolo personalmente. Desde que Jayson tenía diez u 11 años le hacía jugar tres o cuatro días a la semana con basquetbolistas que estaban en la secundaria y diferentes universidades.

Le bloqueaban los tiros, le robaban balones y no mostraban ninguna piedad con un niño varios años menor que él. Y su papá miraba y animaba a los jugadores a seguir atacando a su hijo. 

Según contó Tatum en NBC, había días en los que volvía a casa llorando, sin entender del todo por qué su padre seguía poniéndolo en situaciones en las que tenía pocas o ninguna posibilidad de éxito desde el principio. 

La mayoría de ustedes vio la foto de un Jayson Tatum muy, muy joven junto a Kobe Bryant después de un partido entre Lakers y Cavaliers. 

Justin trató de convertir a su hijo en un fanático de Paul Pierce a una edad temprana debido al juego de pies del celta para conseguir un buen tiro sin importar lo que un defensor tratara de hacer, pero Jayson estaba totalmente enloquecido con Kobe Bryant. 

Así que Justin consiguió entradas para un partido de los Lakers contra Cleveland. Después  una foto de Jayson con Kobe, un encuentro organizado por Larry Hughes, que jugó con Justin en la Universidad de St. Louis, además de ser el padrino de Jayson.   

Esa foto se convirtió en algo más que un recuerdo para Jayson. 

Era su motivación. Cada vez que volvía a casa, la miraba y decía: “Quiero ser como vos o quiero ser mejor que vos y tenés que ayudarme”.

Como Kobe copiaba a Jordan, Tatum hacía lo mismo con él. La historia se repetía. 

Y a medida que pasaba el tiempo, Tatum se hizo más grande. Más fuerte. Mejor para mantener su dribling. Mejor a la hora de encestar contra jugadores más fuertes, más altos y más viejos. Todas estas fueron pequeñas pero importantes victorias que significaron un mundo para él. 

También logró que Hanlen acepte trabajar con él. Esto gracias a su mamá. Inicialmente, Drew se negó. Cole llamó a Besta Beal, su antigua entrenadora de vóley en el instituto y madre de Bradley Beal, un cliente del entrenador y una estrella con destino a Florida University. 

Bradley: -J es como un hermano pequeño para mí. ¿Podés ayudarlo?

Drew: -Muchos chicos quieren ser grandes. Pero la mayoría no están dispuestos a hacer el trabajo

El primer entrenamiento fue agotador. Ejercicios de cardio, cinco minutos cada uno, sin parar. «Básicamente intenté matarlo», contó Hanlen en Sports Illustrated. Pero Jayson tenía una mentalidad de acero y continuó yendo a pesar del sufrimiento.

Y siguió trabajando. Primero a través de Chaminade Prep, donde Tatum surgió como Jugador Nacional del Año en 2016. 

https://www.youtube.com/watch?v=ea7EtmBy3Jc

Luego en Duke, donde se sobrepuso a una temprana lesión en el pie para ganar honores All-ACC en su única temporada. 

El talento puede alimentar la arrogancia. Tatum entendía algo distinto. Hanlen lo vio pronto. Los vídeos de Kobe Bryant, Michael Jordan y Tracy McGrady ayudaron a Jayson a asimilar los matices del fundamento del jab. 

En el instituto, Tatum tiraba ocasionalmente sólo desde ciertas zonas. Básicamente era tan bueno que en vez de jugar por instinto, utilizaba otros equipos para practicar. Pero en Duke, Jayson tuvo problemas al principio con su tiro. 

Tras una derrota ante N.C. State, Hanlen voló a Durham. En ese momento, el porcentaje de tres puntos de Tatum era del 29,5%. Al día siguiente, los dos manejaron hasta un instituto cercano. Durante dos horas, su coach modificó el ángulo del brazo en 30 grados. «Básicamente bajó su agarre», dijo Drew. Jayson encestó 41,2% de tiros de tres el resto de la temporada.

Absorber el entrenamiento es una cosa. Pero Tatum también lo pone en práctica rápidamente. «Si compartís algo con Jayson una vez, normalmente lo hace en la siguiente acción en la cancha», dijo un día Brad Stevens, su exentrenador. 

Stevens recordó en NBC una secuencia durante un partido amistoso en Charlotte en la temporada de novato de Tatum. Los Hornets hicieron una jugada que los Celtics no habían trabajado para defender. Jayson se perdió la primera vez. Cuando los Hornets ejecutaron la misma acción unas posesiones más tarde, el cero la descifró. 

La temporada antepasada, Jay Larranaga, asistente de los Celtics, le mostró a Tatum un clip de Kemba Walker llegando al aro con un dribling de adentro hacia afuera. La noche siguiente, Tatum anotó con una jugada similar. «Su cerebro nunca se acelera», dijo Larranaga. «Le decís algo en un partido y es capaz de aplicarlo inmediatamente».

A medida que Tatum se va convirtiendo en una superestrella, es fácil olvidar que su elección se consideraba una propuesta arriesgada para Boston. 

En 2017, los Celtics, gracias a un fructífero intercambio con Brooklyn cuatro años antes (hola Danny Ainge), tenían la primera elección. 

Markelle Fultz, de Washington, estaba ampliamente proyectado como el mejor jugador. Unas semanas antes del Draft, los responsables de Boston volaron a Los Angeles para ver a Tatum ejercitarse. 

Krzyzewski ya estaba en el oído de los Celtics, insistiendo en que Tatum era «de lejos» el mejor jugador ofensivo del Draft. En un gimnasio vacío del instituto St. Bernard’s, Tatum lanzó 275 triples. Hizo el 83% de ellos. «Tiró un 34% de tres en la universidad. Pero eso no era real. Ese balón golpeó la red como se suponía que debía hacerlo», dijo Stevens en una entrevista en ese entonces.

Los Celtics estaban encantados. Boston intercambió puestos con Philly, que tenía la tercera elección. Los Sixers se llevaron a Fultz y, como se esperaba, Lonzo Ball fue el siguiente a los Lakers, dejando a Tatum “regalado” en el pick tres.

Y en Boston todavía trabaja, ahora en la cúspide de la NBA. A sus 24 años, Tatum se convirtió en uno de los jugadores más eficientes de la liga, siendo una amenaza abominable en la tercera dimensión, una fuerza indómita en la pintura y uno de los mejores defensores kilo por kilo de la liga.

https://www.youtube.com/watch?v=Yl7FJyzztGI

24 años. 

24 años.

24 años.

Cuando muchos a esa edad recién están descubriendo el mundo, Jayson ya tiene los secretos. El colectivo se encuentra en la terminal y mientras todos comienzan a subirse, él mira sentado desde el fondo, paciente por lo que vendrá y expectante de gritar campeón hasta el final.

Nota: Ignacio Miranda | Twitter: @nachomiranda14