SAN ANTONIO.- «Bienvenido, literalmente, a la cocina de los Spurs «. El recibimiento no le pertenece a un asistente del staff de Gregg Popovich o a alguno de los integrantes del cuerpo de prensa de la franquicia. El que invita a recorrer un par de pasillos hasta llegar a una cocina reluciente, con infinidad de cápsulas de café y un sinfín de gustos de té, es simplemente Emanuel Ginóbili . El mismo que hace un par de días era el centro del planeta en la ceremonia que se inmortalizó la camiseta 20 de los Spurs, el mismo que ganó cuatro anillos de la NBA , el campeón olímpico con la selección en Atenas 2004. «¿Te preparo un café? ¿Querés un té? Te lo preparo, yo voy a tomar uno«, invita el deportista más importante de la historia de la Argentina.
Una enorme TV colgada de la pared regala imágenes del March Madness (el torneo de básquetbol Universitario que está en plena definición), Manu no se distrae demasiado con ese tema, corre un salero y un pimentero que están en el centro de la mesa y se relaja. Está en ese estado. Ya pasó la tensión de un homenaje tremendamente emotivo. Tiene en su rostro felicidad por unos días intensos, pero lleno de afectos. Se divirtió con cada uno de sus amigos, los de la selección, los de la secundaria, con su familia, con sus hijos. La entrevista con LA NACION fue, en realidad, una charla de café en la que Ginóbili habló sin formalidades, se conmovió con algunos recuerdos de la ceremonia y se divirtió con las ocurrencias de sus hijos.
-Contame, ¿qué te decía Luca mientras estaban en la ceremonia?
Cualquier cosa me decía. Estaba hablando Pop y me decía «mirale los pelos a Tim Duncan«, viste que ahora tiene como unas rastas. Y después me preguntaba: «¿Y tu camiseta, papá? Están todas menos la tuya«. Entonces trataba de explicarle, pero me estaba hablando Fabri. Me acuerdo puntual que durante lo que me decía Pop y lo que me decía Fabri Oberto, que Luqui no paraba de preguntarme cosas. Estaba tratando de escucharlos y él me hablaba. Le hacía señas, con mucho disimulo, que hiciera silencio, pero… jajajajaja.
No se detiene en el recuerdo y entre susurros Manu emula cómo le hablaba Luca, su hijo, mientras estaba el discurso de Gregg Popovich: «¿Qué dice tanto?, ¿Qué está diciendo?«. Se ríe y con ganas retoma la anécdota: «Lo del pelo de Tim fue memorable. La verdad que lo de Luqui… ‘¿Cuál es tu camiseta?’ Y le tenía que decir que estaba junto a la 21, pero él no sabe hasta ése número, entonces le tenía que explicar que era al lado de la que dice 2 y 1. Fue muy divertido todo ese momento«.
-¿Te ayudó un poco para no quebrarte tanto?
–En realidad nada me podía ayudar en esa situación, pero estaba tratando de escuchar y mantenerlo quieto al mismo tiempo. No sabía qué hacer con el pequeño… Los otros dos estaban aburridos (por Dante y Nicola), pero estaban. Pero el más chico es más inquieto.
-Si bien comentaste varias veces que te dijiste todo en la cara con Pop y también que es tu padre deportivo, ¿qué te pasó cuando te habló, porque se te vio particularmente conmovido?
–Cuando ves a alguien que querés que está a punto de quebrarse, también te conmovés. Eso fue lo que me pasó de alguna manera con Pop. Entré bastante convencido de mi discurso, porque ya lo había practicado y…
-¿¡Te tomáste el trabajo de practicarlo al discurso!?
–Obviamente, porque no iba a haber forma de decirlo. Pero cuando agarré el micrófono y vi a Many así (se tapa la cara como lo hacía su mujer aquella noche), me dije, bueno, arrancamos mal. Si hubieran estado mis viejos en primera fila hubiera sido peor. El no tener contacto visual me ayudaba. Y como justo nos miramos con Pop y él se quebró, eso me conmovió. Pero con Pop nos dijimos todo lo necesario en diferentes momentos. Entonces, poco nos puede sorprender lo que uno significa para el otro. Pero verlo emocionado, lógicamente que golpea.
-Más allá de la emoción, tener a Many cerca, para todo lo que fue la ceremonia, ¿te hizo las cosas más sencillas?
–Entiendo que todo lo que pasó no fue un reconocimiento exclusivo a la 20 sino a mi familia. Las razones por las que llegaste a ese entorno y a esa situación es por una cuestión familiar. Yo quería que estuvieran ahí, ella y los chicos. Quizá me hubiera gustado que mis viejos estuvieran ahí, también, pero igual lo vivieron 10 metros más atrás. Pero sin duda que Many tenía que estar en ese lugar, me encantó que así sea, por más que ella estaba más incómoda que yo.
A los Melli, ¿qué les pasó?
-«Papá, ¿por qué hablaste tanto?», me decía Nico. Él quería que yo dijeses gracias a todos y buenas noches. Dante es más introvertido, no opinó mucho. Pero se distrajeron bastante, en casi 45 minutos de acto, la atención de ellos fue y vino mil veces. Ojo, después me enteré de que en el camino de vuelta a casa les explicaron a mis viejos lo que había dicho Tim, por ejemplo, así que algo escucharon. Pero claro, a los 8 años es muy difícil que puedan tomar idea de todo. Pero estuvo muy bueno que estén sentados adelante conmigo.
-Te paraste delante y viste la 20 colgada del techo, ¿fue sentir ahora sí está todo hecho?
–Nunca fue mi prioridad ver mi camiseta colgada ahí. No esperaba ese día con ansias. Incluso, no quería que se hiciera, al menos por ahora. Me fui convenciendo de a poco, entendí que debía ser así y pensé que si había que vivirlo quería hacerlo con mi gente. Quería que sea algo no individual, sino un agradecimiento al apoyo de tantos años.
Pero Manu, de alguna manera también darle marco a algo increíble que viviste.
–Cuando estaba armando el discurso pensaba en preparar un par de chistes para poder relajarme. Pero después empecé a pensar que no había tenido la oportunidad de decirle chau a nadie. No hubo anuncio, no hubo conferencia de prensa. No hice nada, entonces, fue como que me habían quedado cosas por decir y agradecer. Por eso se hizo más largo y serio, porque además posiblemente ésa iba a ser la última oportunidad que iba a tener para decirle a todos lo que sentía.
-¿Pudiste dimensionar que el lema de tu despedida fue «Gracias Manu»?
-No me gusta tomarlo así. El retiro de camiseta, en cierta forma, tiene una idea: agradecerte lo que hiciste por una franquicia. Así que imaginaba que algo así podía pasar cuando ganamos 3 campeonatos casi seguidos. Pensaba, ‘si no me mando una macana grande’, eventualmente va a pasar. Así que de alguna forma sabía que podían hacerme una ceremonia, lo que me sobrepasó fue todo lo otro: mis amigos, los chicos de la selección, las palabras que me dedicaron gente que admiro y respeto. Fue increíble todo.
-No te dobla casi nada, ¿por qué emocionaste tanto cuando les hablaste a los chicos de la selección?
-Cuando estaba escribiendo me quebraba con cada grupo al que le dediqué algunas palabras.
-Lo recordás ahora y te sigue conmoviendo.
-Sí, tal cual. Lo había practicado, pero el discurso de mi mujer lo dije 15 veces frente al espejo, pero lo de los chicos de la selección lo dije 3. Lo de Many lo hice mucho porque había cosas que quería y necesitaba decirle, por lo tanto, no me quería olvidar. Y no me olvidé nada. Pero de compañeros de equipo y de selección me olvidé de dos o tres y me quiero matar. Lo que pasa es que de mi mujer y de mis viejos no quería olvidarme de nada. Y lo bueno es que no vi a los chicos de la selección a los ojos cuando hablaba, porque si había alguno moqueando, caía yo también. Si hubiera visto a los ojos también a Patty Mills, Bobo Diaw y Tiago Splitter, seguro me quebraba también. Me conmovía cuando escribía, la práctica me ayudó a decir algunas cosas. Si apelaba a ser natural y que todo fluya, no hubiera podido decir ni una palabra.
-Planificás cada instante y eso es sabido, pero siempre pasan cosas a tu alrededor que superan cualquier expectativa. Si te vuelvo a preguntar, si lo hubieras imaginado todo de esta manera, ¿qué dirías?
–Que ni de casualidad. Es imposible. Me acuerdo que en el 96 volví a Bahía, me habló Gondrezick (Grant era compañero en Estudiantes) y fue el primero que me dijo que podía jugar en Estados Unidos y en la NBA. Me quería mucho el tipo y pensé que era más una motivación, yo lo tomé por ese lado. Me parece que el Zeta (Daniel Rodríguez fue su DT en Estudiantes) también me lo dijo. Después en el Mundial 98, me fui a acercando porque se hablaba que podía ser drafteado y llego a Reggio y ahí Brent Scott, que era un americano que jugaba conmigo, me lo decía. Entonces fue como que de a poco se fue plantando esa semillita. Pero eso no significa que podía pensar que después iba a venir todo esto. Ojo, fue algo gradual todo lo que pasó. No fue todo de golpe. Y soy muy cuidadoso con eso, ni siquiera recomiendo a un chico de 12 años soñar con la NBA. Porque las chances de frustrarte son mucho mayores. Soñá con la selección de la región o de donde estés. Lo mío fue gradual y cuidadoso.
-¿Hubo charla con Ettore Messina también?
-Abrazos y saludos. Con Ettore siempre hablamos mucho y nos dijimos todo. Sé que él también estaba emocionado y él sabe lo que significa para mí. Pero sin duda que Ettore fue quien me transformó en un jugador de equipo.
-¿Volviste a ver algo de todo lo que sucedió en la ceremonia?
-No vi absolutamente nada. No quise hacerlo. Vi mensajes de excompañeros y entrenadores en Twitter. No quise mirar lo que contaron en el entretiempo, no quise escuchar mucho, porque no quería flaquear antes y ahora.
-Comidas, celebración, planes con bowling y karting, ¿estos días fue como volver a la infancia en Bahía Blanca?
-Fue de rodearme de gente que quiero. Necesitaba que fuera así. Se iban a tomar una semana de sus laburos para estar acá, entonces con Many armamos actividades para estar todos juntos. Quizá ellos querían hacer compras, pero yo quería estar con ellos. A veces hasta me sentía culpable porque tenían otras cosas y yo les proponía hacer cosas. Pero fue la mejor excusa para estar con todos. Nadie me dijo que no y eso fue fantástico. Tuve una semana casi perfecta, porque tuve a toda mi gente conmigo. Es algo raro, porque nunca se había dado. Fue la culminación de algo que duró un montón de años y que quería celebrar con mi gente.
-¿Lo planificaron junto con Many todo lo que pasó después del retiro y hasta la ceremonia?
-Sí, lo hablamos y lo pensamos. Cuando hablé con el equipo, ellos querían hacer la ceremonia en el comienzo de la temporada, me dejaron la opción de elegir fecha y fue para estar tranquilo. Incluso, ahora sabemos que tenemos otras actividades, porque viene el cumple de Luqui, después el de los Melli, un amigo se casa en Hawaii y siempre surgen cosas familiares. Porque en unos meses vienen mis viejos y mis suegros a compartir unos días. Y todo lo disfruto, no tengo que ir de 9 a 5 a la oficina para sentirme ocupado.
-¿Guardaste alguna foto mental de la ceremonia y alguna digital que te gustó?
-El evento en particular es medio una nube, las fotos digitales me las mandan en estos días. Las imágenes mentales: el almuerzo con los chicos de la selección, la comida con mis compañeros de la secundaria, la cena con mis afectos y con la gente de Spurs después del evento. Todo lo que sucedió después del evento fue maravilloso, porque comimos, tomamos algo, hablamos de pavadas. Esa cena con toda mi gente fue «el» momento», lo de la camiseta fue una formalidad, no sé cómo explicarlo. Era como una responsabilidad, si bien era un enorme honor, era algo que me generaba tensión. El postceremonia, fue todo disfrute.
-La foto para todo el mundo fue tu discurso para Many.
-No tengo idea. De eso sí que no miré nada de repercusión. Simplemente sentía que debía decirle a Many todo lo mismo que le dije en la cara, pero delante de todo el mundo. Y valía la pena que se supiera. Por eso está el tema ese: «¿Qué querés ser cuando seas grande? Mujer de una atleta». Ese chiste lo escuché mil veces. Pero en mi caso mi mujer no aplica en lo más mínimo, porque ella me potenció enormemente y necesitaba que todo el mundo lo supiera.