Lo odió su propio pueblo. Decían que solo era un simple tirador. Desconfiaron de su físico y talento. Pero su familia creía en él y eso fue todo lo que necesitó para conquistar el mundo.

5:30 de la mañana. El gimnasio está oscuro. Se escucha un ruido. Parece que no hay nadie. Error. Hay un chico entrenando su lanzamiento. Desde una esquina hasta la otra, sudando, despierto como una gallina al amanecer.

Termina, se baña, se va a la escuela y toma sus clases. Al finalizar todo vuelve al gimnasio. Ahora levanta pesas, quiere ser más explosivo. A la ducha de nuevo al finiquitar la sesión. Una cena, hace la tarea y directo al garaje. Ahí practica nuevamente sus tiros. Con eso medita, con eso se calma. Ya puede dormir tranquilo.

El éxito no es para cualquiera. La vida del deportista es dura. No hay muchos feriados, cumpleaños ni tiempo de ocio. Quienes verdaderamente desean alcanzar la grandeza se dedican a conseguirla. Cuando todos duermen, miran Netflix o pasan tiempo con sus familias, en el gimnasio están los que se atreven a conquistar el mundo. 

Ahí siempre está Tyler Herro. No conoce otro lugar.

Y todo empezó en Greenfield, Wisconsin. Nació el 20 de enero del 2000. Ansioso, no esperó mucho tiempo. Tuvo que nacer a comienzos de año. Fue producto de la unión entre Christopher y Jennifer Herro, y su papá le inculcó la pasión por el básquet.

También lo preparó para la vida. Quería asegurarse de que su hijo fuera lo suficientemente fuerte como para soportar lo que podría ocurrir si la naranja rodara en sentido contrario. Él lo sabía como nadie. 

También fue jugador de básquet toda su vida. Uno de los mejores de la zona, según dicen. Al igual que Tyler, quería probarse a sí mismo. Para ganarse el respeto. Para hablar más que nadie en el gimnasio.

Entonces Chris se rompió el ligamento cruzado anterior, y su sueño de la División I de la NCAA se evaporó de la noche a la mañana. Tyler aprendió eso por las malas. Su papá sabía que debía ser así. 

“¡Despierta, carajo!”, le gritaba Chris Herro a Tyler cuando éste lanzaba tiros desacertados y arrastraba los pies en defensa.

“¡Estoy despierto!”, le respondía Tyler. “¡No estoy jugando bien!”»

Tyler sólo estaba en séptimo grado, pero sentía que cada movimiento que hacía en la cancha debía ser perfecto. Chris lo exigía así. Era su entrenador. 

«Me presionaba mucho. Nunca me decía que había hecho un buen partido ni nada parecido. Eso es un poco lo que me hizo. Esos eran  tiempos difíciles», dijo Herro en una entrevista con Bleacher Report. Y fueron duros. Dolorosos. A veces incluso se preguntaba si podía hacer algo bien.

Una vez, Chris y Tyler estaban jugando uno contra uno. El mayor seguía haciéndole faltas al menor y lo llamaba blando. Tuvieron una discusión y el progenitor le dijo a su hijo que se fuera a casa. Después lo buscó, se disculpó y los dos volvieron a la cancha. 

«Fui duro con él, pero creo, de todo corazón, que es mentalmente fuerte gracias a ello».

Clarísimo.

Tyler poco a poco fue creciendo y en la secundaria comenzó a hacerse anotar. En su primer año en la Whitnall High School promedió 15,8 puntos, que aumentaron considerablemente en su temporada de sophomore para llegar a la media de 24,0 por encuentro. 

Lamentablemente, en su campaña de junior ocurrió una situación muy dura, una especie de deja vú. Chris tembló, Tyler también. Tuvo una lesión en el menisco… 

“No te vas a recuperar”

“No vas a poder jugar al básquet universitario”

Rumores que se escuchaban en los pasillos. La envidia no era sana y Tyler silenció a todos sus críticos con el tiempo, explotando definitivamente en su último año tras superar muchas lesiones. 

University of Wisconsin–Madison, Marquette University, DePaul University, Oregon State University, Arizona State University…

Muchas escuelas lo querían, y él decidió jugar cerca de su casa, en la University of Wisconsin-Madison. Era uno de los programas más jóvenes y se había creado recién en septiembre de 2016.



¿Qué pasó después? 

En 2017, el entrenador de Kentucky University, John Calipari, acudió al gimnasio de Whitnall High School para ver jugar a Herro en persona y el joven guardia decidió sorpresivamente desvincularse de Wisconsin el 17 de octubre de ese año. 

Casi lo matan. Literalmente

Pintadas con aerosol afuera de su casa que decían que vaya a Wisconsin, carteles con dibujos de víboras, insultos en Twitter, tomates lanzados a la camioneta de Chris. El acoso era tal que hubiera quebrado a cualquiera. No a Tyler. 

Sabía que Kentucky era el lugar adecuado para él, aunque pocos fuera de su familia y su círculo de amigos lo creyeran.

Era un recluta de cuatro estrellas de 247Sports, lo que está muy bien, pero no se considera el tipo de talento de élite con el que se deleitan los programas de Kentucky. 

No era un McDonald’s All-American. 

No se le consideraba un prospecto de la NBA que podía jugar solo una temporada en la NCAA, como ocurre con muchos reclutas de los Wildcats. 

En cambio, los fans dijeron que nunca sumaría minutos en Kentucky. Que se quedaría en el banco durante dos años y luego sería transferido. Que se olvide de la NBA. Sería otro flaco que sólo podría pararse en la esquina y tirar.

Él no hablaba, tragaba vidrios y escupía aire. No se veía la sangre. Las amenazas de muerte, los huevos, las serpientes y los tomates prepararon a Herro para los abucheos que encontró en Kentucky y la NBA. Tal vez por eso tiene tanto aplomo en los momentos decisivos. Lo peor ya pasó, ahora solo disfruta del momento.

Aunque Herro tuvo un comienzo lento con los Wildcats, redondeó una sólida temporada en Kentucky. Promedió 14,0 puntos, 4,5 rebotes, 2,5 asistencias y 1,1 robos por partido, al tiempo que lanzaba un 46,2% en tiros de campo y 35,5% desde la línea de tres puntos. Su suave y sedoso lanzamiento se consideraba su mejor baza al momento de entrar en el Draft.

Pocos esperaban que fuera mucho más.

Y sí, otra vez Herro silenció a quienes lo menospreciaron. 

Miami Heat seleccionó a Tyler en el pick 13 del Draft de la NBA de 2019 y el resto es historia. 

En la temporada 2019/20, como novato, Tyler ayudó a Miami a una aparición en las finales de la NBA en la burbuja y se estableció rápidamente como una estrella a seguir. Llegaron las modelos de Instagram, los tatuajes extravagantes y los videos musicales. 

Después de aportar 15,0 puntos con un 43,9% en tiros de campo y un 36,0% en triples como debutante, Herro se ganó la titularidad.

Por desgracia, las cosas se desmoronaron rápidamente a partir de ahí. Miami tuvo un balance de 5-9 en sus primeros 14 partidos con Herro en la alineación titular, lo que llevó a su inmediato traslado al banco de suplentes. 

Las cosas sólo empeoraron a partir de eso. Después de promediar 16,0 puntos por partido en la carrera del Heat hasta la etapa decisiva un año antes, Tyler terminó con apenas 9,3 tantos en la campaña pasada.

A pesar de los problemas de Herro en la 2020/21, los del Heat ejercieron la opción de cuarto año de 5,7 millones de dólares de su contrato de novato para la 2022/23. El presidente del equipo, Pat Riley, explicó la razón detrás de la decisión en términos bastante claros unos días después.

Después de eso, surgieron nuevas fotos de Herro que arrojaron luz sobre por qué Miami tenía tanta confianza en el joven. Se lo veía absolutamente en forma. Dejó las actividades extracurriculares y volvió a sus inicios. 

Se tomó muy en serio el entrenamiento en la última temporada baja, luego de que uno de sus compañeros de equipo le llamó la atención por su falta de madurez.

Ya conocen el desenlace.

Está promediando 21,0 puntos, 4,8 rebotes y 3,8 asistencias, y el premio al mejor sexto hombre de la temporada ya tiene su nombre. Nadie se lo robará. 

“No te vas a recuperar”

“No vas a poder jugar al básquet universitario”

“Será solo un tirador”

“Después de dos años en Kentucky lo traspasarán”

No importa cuánta gente te diga que no estás apto para hacer algo. Seguí, como Tyler. Convertite en tu propio héroe, confiá en vos. Al final, valorarte es lo único que vale. El resto no existe.

Nota: Ignacio Miranda | Twitter: @nachomiranda14