El partido entre Regatas y Oberá terminó con festejo para los visitantes. Los de Misiones lograron sumar su segundo triunfo de manera consecutiva, recuperándose de una racha negativa de cinco derrotas al hilo. El mérito, claro está, fue todo de los visitantes. Apostaron a la intensidad, la lucha del rebote ofensivo y la velocidad en el contragolpe para ir dejando atrás a los remeros. ¿Por qué tanta explicación sobre esto? Porque para algunos, parece que los jugadores no tienen la intención de salir a ganar, que su objetivo es dar una mala imagen en el rectángulo de juego.

Ya con el juego finalizado, cuarto personas, digámosle hinchas, barras, o simplemente allegados, decidieron acercarse a los vestuarios del equipo local a «pedir explicaciones» por la derrota. Ingresaron a un lugar en donde nada tenían que hacer, para reclamar vaya uno a saber qué. Y no fue con las manos vacías, sino con algunas botellas de vidrio que terminarían rotas en el piso después de algunos empujones y piñas con la seguridad del estadio.

Nos encantaría comentar que este ha sido un hecho aislado; pero lamentablemente son situaciones que están cada vez más presentes en el deporte. La gravedad es mayor, por invadir un espacio en donde un hincha no tiene que estar; pero si nos vamos hacia atrás veremos comportamientos similares en distintas canchas. Hace unas semanas Leo Gutiérrez declaró sobre el tenso momento que viven con una parte de su público. Tras el clásico entre San Martín y Regatas hubo disturbios entre las hinchadas, y así, cada vez más y más ejemplos de una situación que no solo afecta al básquet, sino al deporte en líneas generales.

¿Qué se pretende con estas actitudes? ¿Qué creen que puede llegar a cambiar por entrar a un vestuario o agredir a un protagonista? La Liga ya corre por un momento complicado, sin la necesitad de los violentos. No dejemos que siga cayendo en un pozo del que será aún más difícil salir.

 

Foto de portada: Gonzalo Contreras Ortiz | @gonzalocontra