Es frecuente ver juegos de NBA en la que algún jugador termina cometiendo seis faltas y debe salir para darle su lugar a otro jugador, pero lo que sucedió con Don Otten es algo que nunca antes se vio y sentó un precedente en la historia de la liga más importante del planeta.



Corrían los últimos días de noviembre de 1949, cuando a los Tri-Cities Blackhawks visitaron a los Sheboygan Red Skins en el inicio de la temporada. El transcurso del juego no fue el normal y, de hecho, a lo largo del encuentro se cometieron una gran cantidad de faltas, de las cuales 53 terminaron siendo de los futuros Hawks. Y curiosamente, un jugador terminó con la impresionante cifra de ocho.

Sí, ocho. La primera pregunta es cómo puede ser posible, y eso es porque el equipo ya no tenía suplentes en la banca capaces de ingresar al campo de juego en su lugar. Esto, según el reglamento de la competencia se puede hacer siempre y cuando los demás basquetbolistas cuenten con seis faltas o bien estén incapacitados para ingresar por lesión. En el caso de los de Tri-Cities, además de Otten había otros cinco jugadores que ya habían salido por seis infracciones, incluido su hermano Mac.



De los diez jugadores, solo cuatro terminaron en el campo de juego por «buena conducta»: Whitey Von Nieda, Murray Wier, John Chaney y John Mahnken. El resto, sumando a Otten con ocho, debieron retirarse del campo de juego con seis faltas. Además de Mac, estaban Red Owens, Billy Hassett, Warren Perkins y Dike Eddleman.

Sin lugar a dudas esto sería algo muy difícil de ver en estos días. No solo por los grandes cambios en las reglas que se han ido realizando a lo largo del tiempo (eso sucedió a fines de los ’40), sino que también los equipos cuentan con una profundidad de banca mayor. La noche de Otten y sus ocho faltas entraron en la historia de la liga y es una más de tantas que construyeron a la NBA tal como la conocemos en estos tiempos.